Los menores extranjeros no acompañados son niños, niñas, adolescentes que huyen de sus realidades y llegan solos, muy solas a nuestras fronteras. Sin familia, o con ella muy lejos, sin recursos, con historias infinitas a sus espaldas, con la carga de cumplir con las expectativas puestas en ellos, con unas capacidades de adaptación a lo que le ofrece el camino dignas de ser estudiadas. Cada vez llegan más. Y no es por un efecto llamada que «invite» a la gente a jugarse la vida en el mar, o formar parte de redes de trata, o a pasar a situaciones inhumanas en Europa. No. Sino que, que cada vez sus realidades en sus lugares de origen son más difíciles. Y ellos son la esperanza de sus casas. Y huyen, y algunos, algunas, llegan.
Hasta los 18 años, una vez conseguida demostrar la minoría de edad, las Administraciones Públicas se hacen cargo de los menores al reconocer su situación de desamparo. Los recursos son limitados, y hay veces que los menores prefieren vivir en la calle antes que en los centros de acogida.
Y luego, el tiempo pasa.
Y llegan a sus 18. Y en lugar de una fiesta, llega otro periplo. Solos, sin recursos, sin permisos de residencia ni trabajo en la mayoría de los casos, sin techos fijos donde dormir muchas de las veces, sin tarjeta sanitaria otras tantas, sin haber cumplido con sus expectativas. Estos niños y niñas, vecinos, compañeras de ciudad y barrio, dejan de estar a cargo de la Administración y pasan a la calle. Y en ella sobreviven aguantando y soportando mucho más de lo que haríamos cualquiera que estuviera en su lugar, con sus condiciones de vida y sus mochilas.
Para que el día de hoy y el de mañana, estos chicos y chicas puedan tener un futuro digno y aportar a su sociedad que también es la nuestra, necesitan de recursos, apoyos, redes y opciones de integración.
Muchos son los grupos de ciudadanos, las organizaciones y trabajadoras de las instituciones que facilitan dentro de su ámbito laboral y dentro de la sociedad esta integración, que defienden los derechos de los «ex-tutelados», los «jiex», o jóvenes que son vecinos y vecinas. Lo que se intenta es que puedan vivir con un poco más de dignidad, autonomía e ilusión.
Granada Acoge es una de esas organizaciones. Una asociación que se integra en la Federación Andalucía Acoge y trabaja con el objetivo de que en el futuro podamos vivir en una sociedad igualitaria, en la que todos los que compartimos un mismo espacio tengamos los mismos derechos y deberes.
Los de «1 cada 8 horas» entrevistan a dos profesionales que trabajan en esta asociación y nos abren las puertas a un mundo de personas invisibilizadas. Además, nos cuentan que hay cosas que podemos hacer, como vecinas y como profesionales.
Manos a la obra.