En 1984 (hace ya 34 años) JAMA publicaba el siguiente estudio: 776 varones mayores de 55 años y recién dados de alta eran divididos de forma aleatoria en dos grupos diferentes. En uno de los grupos los pacientes eran atendidos de forma continuada por el mismo profesional y en el otro de forma episódica, es decir, cada vez por un profesional diferente. Adivinen el resultado tras 18 meses de seguimiento.
Pueden encontrar una pista en esta revisión sistemática publicada este mismo año en BMJ Open: se incluyen 22 estudios (de cohortes y transversales) que analizan la relación entre la continuidad asistencial y la mortalidad de los pacientes atendidos. La heterogeneidad de los estudios (distintos países, sistemas sanitarios, contextos, tiempos de seguimiento, etc) impide meta-analizar (es decir, combinar) los resultados, pero igualmente pueden extraerse conclusiones interesantes. 18 de los 22 estudios (81.8%) señalan que la continuidad asistencial (tanto en atención primaria como hospitalaria) reduce la mortalidad de los pacientes atendidos.
Cuando quien te atiende o cuida es la misma persona, es posible indagar en las causas de muchas enfermedades e incidir en ellas, aprender de los aciertos y de los errores, promover la participación y la autonomía de los pacientes, buscar de forma pro-activa a aquellos que no acudieron a la cita (que suelen ser, por cierto, los que más lo necesitan) y construir relaciones de confianza y respeto.
Sin embargo, a pesar de todos los estudios, nuestras políticas de contratación siguen a día de hoy maltratando la continuidad asistencial, y en consecuencia, a los pacientes. Las historias y relatos de Miguel, Aviane y Lorena desde distintos puntos del territorio dan buena cuenta de ello:
1. Miguel López del Pueyo, joven médico de familia en Galicia, ha firmado en el último año 53 contratos y trabajado en más de 30 Centros de Saúde diferentes. Lo va registrando todo en un mapa que titula medicina.errante:
“Después de un año de curro, 53 contratos firmados y haber deambulado por más de 30 Centros de Saúde sigo teniendo que darme de alta en el SEPE los fines de semana porque no los cotizo (contratos lunes-viernes), cobrando una fracción del salario pese a trabajar las mismas horas que el estatutario de la consulta de al lado, sin derecho a vacaciones ni moscosos y es imposible organizarse la vida con un mínimo de planificación sin saber si vas a estar trabajando la semana que viene.
Esto en cuanto a las condiciones de trabajo. Respecto a la continuidad asistencial, pues qué decir: ni seguimiento, ni longitudinalidad, ni hostias. Pasar consulta en modo supervivencia, patada campo arriba, pautando tratamiento a ciegas, derivando sin recibir feedback, desaprendiendo, perdiendo de vista que el manejo de la incertidumbre se trabaja observando y dejando evolucionar las situaciones, echando de menos toda la esfera comunitaria y cogiendo manías y maneras de mal médico, adaptando cada día tus formas a las del titular que sustituyes y, en general, haciendo una medicina a salto de mata. Para esto me podría haber quedado en un PAC o haciendo guardias en Urgencias, honestamente.
Creo que la denuncia de los perjuicios de esta situación tiene esas dos vertientes: la pérdida de la calidad asistencial (morbimortalidad, medicina defensiva, cortoplacismo, incomodidad y pérdida de la confianza del paciente) y la pérdida de la aspiración profesional (aprendizaje, rectificación, seguimiento, realización, satisfacción laboral, reconocimiento propio).“
2. Aviane Tejedor Martínez, ha trabajado como médica de familia en Zaragoza tras finalizar la residencia y habrá firmado unos 30 contratos en aproximadamente 6 meses.
“Durante el otoño e invierno pasados, aún estando en el mismo centro de salud (doy gracias), firmé unos 30 contratos (realmente llamados nombramientos de sustitución). Cada día que pasaba la consulta de un médico distinto significaba un contrato distinto. Durante 1 mes tuve la fortuna de poder sustituir al mismo médico, algo poco habitual, y ello me permitió hacer un poquito de medicina familiar y comunitaria real, eso sí,…ni fines de semana cubiertos, ni derecho a vacaciones, ni derecho a días de libre disposición…y todo ello tuvo que ser asegurado vía SEPE.
Así pues en mayo decidí hacer las maletas y venirme para las Baleares, Mallorca en concreto, donde al menos me ofrecían un contrato más largo (entre 4 meses y 1 año) a modo de médico de refuerzo en el cual pese a que tengo como propios los pacientes desplazados también me toca hacer de comodín comiéndome todas las urgencias.
Mis conclusiones tras haber trabajado en 3 comunidades autónomas distintas y conocer además cómo se trabaja en algunas otras, es que existe un libre albedrío muy heterogéneo a la hora de formalizar los contratos, mientras en Euskadi puedes hacer una labor medianamente decente, en Aragón te tiras de los pelos. Las administraciones sanitarias y las gerencias son feudos donde no cabe mucho margen de actuación y sólo interesa que salgan las cuentas a costa de la salud de los trabajadores y por supuesto de los pacientes.
Es un secreto a voces cómo este modelo laboral sanitario está desmoronando progresivamente la longitudinalidad de la que tanto hablamos. Y no sólo esto, si no que también impide realizar una buena medicina, impide el feedback, fomenta la medicalización ya que la de-prescripción queda en un segundo plano al no poder estudiar a fondo a cada paciente, fomenta el abuso de las urgencias y una lista infinita de cosas mal hechas que como bien dice Miguel suponen realmente un desaprendizaje.
Y ahora en este punto te das cuenta de que esta carrera infinita no termina, ahora sigue comiéndote lo que nadie quiere para poder lograr una interinidad ¿cuándo? ¿dónde? Quien sabe…Y lo que más rabia me da es cómo, tras gastar dinero y recursos en formarnos, se desaprovecha a todos los jóvenes médicos de familia, que además estamos con ganas de hacer una medicina diferente, que tenemos la ilusión y las ganas todavía no demasiado chamuscadas de implicarnos en nuestros centros y poder dar lo mejor de nosotros.”
Por nuestra dignidad como trabajadores