A fecha 30 de agosto de 2018, 59.242 personas se encontraban privadas de libertad en todo el territorio español, 92,52% hombres y 7,48% mujeres[1]. Dicho de otra forma, en España hay 126 personas privadas de libertad por cada 100.000 habitantes[2], una de las mayores tasas penitenciarias de la Unión Europea.
De estas, 8.853 (8.100 hombres, 753 mujeres) se encuentran en prisión preventiva. De las 48.803 personas penadas, 19.575 están presas por delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico y 9.136 contra la salud pública. Por ende, el 59% de la población presa y penada en España está encarcelada por hurtos, robos y tráfico de drogas, delitos de mediana gravedad que podrían gestionarse mediante medidas no privativas de libertad, tal y como regula el Código Penal.
Además, según el estudio SPACE[3]del Consejo de Europa publicado en marzo de 2018, la duración media de encarcelamiento en España es superior a la mayoría de los países europeos, siendo de 22,2 meses (media europea 9,8 meses), lo que probablemente incremente tasas de reincidencia, pluripatología y consecuencias biopsicosociales. Según el INE, 10.250 personas fueron condenadas a penas de más de 2 años en el año 2017.
Una parte muy importante de la población penitenciaria proviene de segmentos sociales económicamente desfavorecidos y marginales. El desempleo, los bajos niveles de alfabetización, el mal uso/abuso de drogas legales e ilegales, entre otras, son características comunes de muchas personas presas[4][5].
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